viernes, 31 de enero de 2014

Oraciones impersonales.

Ocurrió la mañana del diecisiete de enero. Hacía frío, llovía. Las calles se sentían tristes y sombrías a pesar de la notable actividad de la gente. Se movían de un lado para otro tal vez buscando un sitio donde resguardarse de la lluvia o simplemente paseando con sus paraguas en la mano. Yo era de los que paseaba. No sabía muy bien por qué había salido, solo necesitaba algo de aire, olvidarme de todo por lo menos un instante. Observé las tiendas una por una. Una tienda de dulces, unas cuantas de ropa, alguna que otra de electrodomésticos... ninguna me interesaba. No obstante, me acerqué a una de ropa. En el escaparate habían colgado un cartel en el que se leía: ''Rebajas''. Miré el interior intentado buscar algo que llamara mi atención. Nada. Me dí la vuelta y caminé mirando al suelo. El asfalto mojado reflejaba de forma turbia el cielo y mi propio cuerpo. Levanté la cabeza para mirar a mi alrededor evitando chocarme con un hombre alto y robusto. Le pedí disculpas y seguí mi camino a Dios sabe dónde. Anduve y anduve, hasta que en una calle, más bien un callejón, me fijé en el escaparate de una tienda de regalos. Nunca supe a qué olía aquel escaparate, pero me pareció un olor tan dulce que comencé a respirar con más intensidad. Mis ojos vagaban buscando algo especial en aquel escaparate cuando me percaté de la presencia de un viejo souvenir. Una bailarina, de esas típicas de las cajitas de música. Tenía unos rasgos finos y bien tallados. Sus manos pequeñas y sus dedos largos permanecían en el aire y sus piernas, largas y delgadas, se cruzaban de forma delicada. Sus pies se mantenían de puntillas. Acaricié el escaparate sin darme cuenta. Me lo quité de la cabeza, era una tontería. ¿Para qué quería un juguete de cuerda?, no lo necesitaba. Volví a la calle principal otra vez, sin saber qué hacer. Jugué con mis pies dando con la punta de mi zapato en el asfalto mojado. Al levantar la vista la vi. Mi sangre hirvió. Todos mis sentidos prestaron atención. Ella. Qué hermosa era. Una copia exacta de aquel souvenir en vida. Era una mujer realmente bella. Su cabello le cubría toda la espalda y brillaba incluso con la ausencia del sol. La miré hipnotizado por completo, absorto en su rostro angelical. Estudié cada centímetro de su cuerpo. La sentí tanto y tan cerca que incluso casi pude notar su aura. Pasó de largo. Yo la seguí con la mirada. Se alejó. Se hizo más pequeña. Se fue. Se desvaneció. Todavía sigo buscándola entre la multitud. Todavía ansío hallar la miel en sus ojos. Cada noche sueño con ella, aunque ya es difícil, el recuerdo de su cara se borra lentamente. A veces aún voy a la tienda de regalos a mirar a aquella bailarina para avivar su imagen. Cada segundo me pregunto dónde estará ella ahora.